En Nicaragua se le suele llamar “zancudos” a los partidos colaboracionistas. Aunque el término se acuñó en 1957, durante la dinastía de los Somoza, los analistas políticos e historiadores coinciden en que el “zancudismo” ha sido una práctica constante en los últimos 200 años de la política nicaragüense.
Se le llama “partido zancudo” a aquellos grupos de personas que se organizan para participar en elecciones, simulando ser oposición, pero apoyando con sus acciones al partido de gobierno. Generalmente son partidos pequeños, logran algunas o ninguna diputación, son críticos del gobierno solo en temporada electoral y el resto del tiempo funcionan como aliados, incluso con cargos de sus miembros o sus familiares en las estructuras del Estado.
“Nunca alcanzan los porcentajes establecidos por la ley, pero no desaparecen porque el régimen así lo decide. A cambio reciben dinero, cargos, parientes de sus presidentes de partido reciben puestos como funcionarios, pero sin mayor relevancia”, explicó en su momento al diario La Prensa la exguerrillera e historiadora, y ahora presa política, Dora María Téllez.
El nombre lo popularizó el diario La Prensa cuando en 1957 el Partido Conservador decidió no participar en lo que llamaba farsa electoral de ese año y apareció un partido conservador paralelo simulando competencia ante el gobernante partido liberal somocista que buscaba reelegirse en el poder. “Este nombre fue puesto por La Prensa porque la idea de estos conservadores era entrar al Presupuesto General de la República y chupar la sangre del pueblo. Como el zancudo”, relató Luis Sánchez Sancho, editorialista de ese diario.
En las elecciones generales que se celebrarán en Nicaragua en noviembre próximo, participarán siete agrupaciones políticas, entre partidos y alianzas. Sin embargo, la oposición nicaragüense dice que fue excluida y que estas serán unas votaciones solo entre aliados, donde todos están de acuerdo en que siga gobernado el Frente Sandinista con Daniel Ortega y Rosario Murillo a la cabeza.
El régimen de Ortega eliminó, vía sentencias electorales, a los dos partidos con más alto perfil opositor, encarceló a los siete principales aspirantes opositores a la presidencia, y permitió que solo seis partidos participen en las votaciones próximas, la gran parte de ellos micropartidos, de dudosa reputación y sus aliados tradicionales. La oposición nicaragüense les llama “zancudos”, “satélites” o “colaboracionistas” a estos partidos.
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