El conservador Alexander Schallenberg juró este lunes como nuevo canciller de Austria, en reemplazo de Sebastian Kurz, que presentó su renuncia en medio de un escándalo por corrupción.
El presidente Alexander Van der Bellen invistió formalmente a Schallenberg, de 52 años y hasta el momento ministro de Relaciones Exteriores del país, en una ceremonia retransmitida por televisión dos días después de la renuncia de Kurz, de 35 años.
Schallenberg ha sido leal a Kurz y comparte su línea dura para frenar la inmigración, pero tiene una experiencia en diplomacia más que en política de partido.
Kurz y sus aliados más cercanos son acusados de tratar de garantizar su ascenso al poder de su partido y del país con la ayuda de sondeos manipulados y reportes favorables en los medios, financiados con dinero público. El ahora ex mandatario, quien se convirtió en el líder del Partido del Pueblo y después en canciller en 2017, niega haber cometido alguna falta.
Los líderes de la oposición habían pedido la renuncia de Kurz y planeaban presentar una moción de censura contra él el martes en el Parlamento.
Pero Kurz no deja el poder sino sigue en el centro del poder como líder del gobernante partido popular ÖVP, una formación que ha participado en todos los gobiernos desde 1986, justo el año en el que él mismo nació. Además, será el nuevo portavoz parlamentario del ÖVP, con lo que estará involucrado en todas decisiones que tome el designado canciller, el hasta ahora ministro de Exteriores, Alexander Schallenberg.
Todo ello sólo de forma temporal, como asegura el propio Kurz, hasta que la Justicia haya esclarecido las acusaciones en su contra y contra nueve de sus más estrechos colaboradores. Pero eso puede durar años y el posible desgaste político es difícil de predecir.
Si bien todas las encuestas indican que un tercio del electorado del país lo apoya de forma incondicional, como una especie de “mesías”, Kurz es al mismo tiempo el personaje más rechazado -casi odiado- por el resto del espectro político. La opción de otras elecciones anticipadas, en medio de investigaciones de corrupción contra él mismo y su partido, le pareció incluso a Kurz como una apuesta demasiado arriesgada.
Así, los democristianos y verdes seguirán gobernando y habrá que ver si Schallenberg -durante años asesor de Kurz para política exterior- se emancipa de su jefe o si el “sistema Kurz”, como lo llama la oposición, continúa sin cambios.
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