Un día después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se opusiera al cierre de los colegios de Estados Unidos por la nueva ola del Covid-19, los maestros de la tercera ciudad más grande del país, Chicago, decidieron no ir a trabajar por miedo a la enfermedad.
El plan inicial era reanudar partir de mañana las clases en formato online. Así que hoy, los chicos tienen, literalmente, vacaciones. Pero eso no quiere decir que sea un día para celebrar. En EEUU 13 millones de niños dependen de la escuela para comer, en muchos casos porque sus familias no tienen recursos para pagarles la alimentación a diario. Pero la reacción tanto del ayuntamiento como de los padres ha sido de rechazo total de la iniciativa. Y el sindicato Unión de Maestros de Chicago (CTU, según sus siglas en inglés) ha declarado que quiere buscar una solución que sea satisfactoria para todos. La cancelación de las clases fue decida el martes en una votación online de sus 25.000 afiliados en la que el 73% voto a favor de no trabajar.
Entretanto, las 638 escuelas públicas de Chicago han amanecido hoy cerradas, para furia de la alcaldesa, la demócrata Lori Lighfoot, que ya advirtió el martes, en cuanto se supo la decisión del sindicato, que los maestros que no estén en sus puestos de trabajo verán descontada la paga correspondiente a cada día que falten. Lighfoot ha acusado al sindicato de «politizar» la pandemia, y ha afirmado que la decisión de suspender las clases «no tiene fundamento en los datos, la ciencia, o el sentido común».
Esas tensiones entre ayuntamientos y sindicatos de maestros son una constante en Estados Unidos, en especial en las grandes ciudades. Se da la paradoja de que todas las urbes de ese país están controladas por el partido Demócrata, y que los sindicatos de maestros también son muy cercanos a esa formación política. Pero, a la hora de ponerse de acuerdo, las afinidades ideológicas saltan por los aires. Súmese a ello que los sindicatos tienen un control enorme de los sistemas educativos y el terreno está abonado para una lucha política sin tregua.
Ahora, la ómicron ha elevado el tono de la disputa. Y es posible que Chicago solo sea el primer sitio en el que se plantea esta situación. En muchas ciudades estadounidenses las escuelas e institutos están planteándose cerrar las puertas. Pero es algo complejo, entre otras cosas porque muchos padres no tienen con quién dejar a sus hijos, especialmente en familias de ingresos bajos en las que trabajan ambos progenitores, a menudo con varios empleos simultáneos.
A eso se suma, también en el nivel socioeconómico más bajo, el hecho de que las escuelas son un elemento importante de lucha contra la pobreza y la malnutrición. Las escuelas públicas de EEUU dan de comer cada día a 29,6 millones de niños. De ellos, 20,1 millones lo hacen gratis, y casi dos millones más a un precio reducido de 27 céntimos de euro por desayuno y 36 por almuerzo.
Entretanto, las cancelaciones de la actividad docente se extienden en las universidades. En Washington, donde hay un feroz debate entre maestros (a favor de cerrar las escuelas) y padres (en contra), las Universidades de Georgetown y George Washington han aplazado las clases presenciales al 1 de febrero. Lo mismo ha sido decidido en siete campus del sistema de la Universidad de California (que es pública ese estado), así como en las Universidades de Chicago y Harvard, entre otras.
Fuente: El Mundo